La lucha contra el tiempo: la verdad detrás del caso Eva Blanco


El presentimiento

Nuestro caso comienza en Algete, Madrid, 20 de abril de 1997. Una primavera tranquila. Eva Blanco, una adolescente de 16 años, regresa a casa tras pasar la noche con sus amigos. Su madre, Olga, le ha permitido un toque de queda más tardío de lo habitual: las 12 de la noche.

Eva es descrita como una joven risueña y responsable. Esa noche, una lluvia torrencial azota la zona. A la hora acordada, Olga tiene un pálpito o un instinto de que su hija está llegando a la puerta. Pero eran las 00:15, las 00:20, y Eva no entra.

La ansiedad se convierte en pánico. La familia comienza la búsqueda. Cuando contactan a la amiga que la dejó, la verdad es aterradora: Eva fue vista por última vez a solo 500 metros de su casa.

La brutalidad en Cobeña y la mala praxis

La policía inicialmente minimiza la preocupación de los padres, sugiriendo que Eva "estará de fiesta y volverá". Una respuesta catalogada por la familia como de "muy poca empatía" en un país aún marcado por la tragedia Alcàsser.

A la mañana siguiente, el cuerpo es hallado sin vida en una cuneta en Cobeña, un municipio vecino, a 9 kilómetros de Algete. El hallazgo es brutal: el cuerpo de Eva tenía 19 puñaladas con un cuchillo.

La investigación forense establece que Eva no murió al instante. Las heridas, aunque mortales, la dejaron desangrándose durante horas bajo la intensa lluvia. El atacante no se ensañó solo físicamente.

En la autopsia se confirmó agresión sexual, con fluido masculino encontrado en su interior.
Sin embargo, la lluvia había arrasado la escena del crimen, llevándose muchas pruebas valiosas.

Pistas contradictorias y la carga sobre la víctima

La policía maneja dos pistas cruciales.
Primero: Eva fue introducida en un coche, como lo demuestra la fibra de tapicería de vehículo encontrada en su boca.
Segundo: el agresor no era de su círculo.

A pesar de la brutalidad, surge una teoría policial: Eva se subió al coche de un desconocido tras una relación "consensuada". Esta hipótesis, basada en la ausencia de grandes heridas defensivas, fue devastadora para la familia.

En medio de esta controversia, el diario de Eva revela un código que desvía la investigación: "Eva i343110". Algunos lo interpretan como un código neonazi, llevando la investigación hacia una posible venganza contra el padre.

La presión popular y la gran oportunidad perdida

Ante la falta de avances, los vecinos de Algete claman por justicia. Se solicita una prueba masiva de ADN, pidiendo la colaboración voluntaria de 5.000 varones. Más de 2.000 hombres de Algete dan su muestra de ADN.

Pero el esfuerzo popular es en vano. En 1999, la Fiscalía de Madrid se niega a analizar las muestras, alegando que la acción podría ser "inconstitucional" y atentar contra la intimidad. Un golpe terrible, aunque las muestras se guardaron para el futuro.

El reloj de la prescripción criminal, fijado en 20 años, avanza implacable. El caso se congela, pasando a los archivos como un crimen sin resolver, hasta que una nueva generación de investigadores no se da por vencida.

La ciencia en 2014: la pista genética del Magreb

Casi dos décadas después, y a pocos años de la prescripción, una jueza autoriza una última medida desesperada. Las muestras biológicas de 1997 son enviadas a la Universidad de Santiago de Compostela para un análisis genético avanzado.

La tecnología actual permite perfilar el ADN más allá de la coincidencia simple. El análisis revela que el agresor era muy probablemente de origen norteafricano, del Magreb, con unos 45 años en el momento del crimen.

Este dato cambia la investigación. Se coteja con el padrón de 1997 en Algete, identificando a 300 posibles sospechosos. La búsqueda se convierte en una cacería internacional.

El último minuto: la captura de Ahmed Chelh Gerj

La clave se encuentra en el sospechoso número 89. Su ADN coincide al 97% con el de la escena. No era el culpable, sino su hermano. La policía identifica al autor: Ahmed Chelh, residente en Cobeña en 1997, y residente en Francia en 2015.

Descubren que Ahmed Chelh había huido de España en 1999, justo después de que se anunciaran las pruebas masivas de ADN. Estaba a punto de marcharse a Alemania, un país sin tratado de extradición ágil con España.

La policía lo detiene en Francia. Al ser confrontado con el nombre de Eva Blanco, su rostro se quiebra: "El pasado siempre me perseguirá". La prueba de ADN en Francia da una coincidencia del 100%.

La justicia perdida: el caso sin resolver

Diecisiete años después, la justicia parece alcanzada. Pero seis meses antes de la prescripción, la tragedia vuelve a golpear. Ahmed Chelh, en prisión y puesto bajo protocolo anti-suicidio, se ahorca en su celda.

El suicidio implica que nunca hubo un juicio ni una sentencia firme. En papel, el caso Eva Blanco sigue siendo "sin resolver".

El desenlace trae una burla final: el Tribunal Supremo condena al Estado a indemnizar a la familia de Ahmed Chelh con 90.000 € por la negligencia de los funcionarios al retirarle el protocolo anti-suicidio.

El Caso Eva Blanco es un recordatorio amargo de que la verdad no siempre trae consigo justicia legal.

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