El caso más sangriento de Burgos: Un crimen con dos caras
El grito en la madrugada
Eran las 5:30 de la mañana de un día de junio de 2004. Una vecina de la calle Jesús María Ordoño, número 1, en Burgos, escuchó un grito que la despertó: "¡Basta, basta, basta!". Ese grito fue el último acto de una masacre que sigue sin resolverse 21 años después.
Cuando los tíos de Salvador Barrio, Domitila y Pepe, abrieron la puerta, se encontraron un panorama de terror: Salvador, Julia y su hijo Álvaro, de 11 años, habían sido asesinados con un ensañamiento brutal. El atacante había utilizado un arma blanca de doble filo y una rabia incontrolable.
La escena de la masacre
El asesino entró sin forzar la puerta, lo que sugirió que le abrieron o tenía llaves. La autopsia fue estremecedora: Salvador, con casi 50 puñaladas y marcas defensivas, fue rematado con 12 puñaladas "de propina" en la zona lumbar.
Julia, la madre, que parece que estaba en shock no se defendió, recibió unas 12 puñaladas y fue degollada.
Pero el horror se concentró en la habitación del pequeño Álvaro, de 12 años. El niño, presa del pánico, se escondió bajo su cama tras cerrar el pestillo de su puerta. El atacante reventó la puerta, lo sacó a rastras de un pie y lo apuñaló unas 30 veces. El cuerpo de Álvaro, al igual que el de sus padres, también fue degollado.
La escena era meticulosa. No se encendió la luz. El agresor se movió a oscuras, conociendo el plano de la casa. Solo dejó una huella de zapatilla Dunlop del 42 al 44.
Rodrigo: de culpable a exculpado
En 2007, Rodrigo fue detenido. La policía descubrió que, a pesar de negarlo, sí tenía llaves del piso de Burgos. Y lo más inquietante: en su caja fuerte se encontraron dibujos infantiles con escenas sangrientas y, fundamentalmente, un anillo de su madre que ella llevaba en el cuello. La marca que tenía Julia en el cuello podría indicar que Rodrigo le arrancó la cadena antes de matarla.
A pesar de ser condenado a 85 años, esta sentencia se revirtió. El Tribunal Superior de Justicia y luego el Supremo consideraron las pruebas circunstanciales e insuficientes. El foco de la duda se centró en la sospecha de manipulación de la escena por parte del propio Rodrigo, que tenía llaves del piso.
La policía descubrió que la cajetilla de tabaco Chesterfield -la marca que él fumaba- que se encontró inicialmente escondida detrás del bidé, fue sustituida en un registro posterior por una de la marca Lucky, como si alguien hubiera entrado para cambiarla y despistar.
A esto se sumó la colilla de Chesterfield hallada en el terrado que no arrojó ADN. Todo este cúmulo de indicios manipulables, sumado a la falta de una prueba física irrefutable, llevó a que el caso contra Rodrigo fuera sobreseído provisionalmente y quedara en libertad en 2010. El parricida convicto volvía a ser un hombre libre.
Ángel Ruiz: el enemigo con el arma (el otro sospechoso)
Con Rodrigo en libertad, la investigación se centró en la segunda línea: Ángel Ruiz, apodado "El Angelillo". Un hombre rencoroso que odiaba a Salvador Barrio por problemas en el pueblo y que ya había demostrado su inquina al hacer pintadas insultantes en el panteón de Salvador.
Los registros en su casa revelaron la posesión de cuchillos de caza de doble filo con tope, compatibles con el tipo de arma usada en el crimen. Y, lo más importante, tenía la llave del despacho de Salvador en Bureba, donde este guardaba las llaves de su casa de Burgos.
Ángel Ruiz tenía el móvil: el odio. Rodrigo tenía la cercanía: la llave. Con el caso completamente paralizado en 2017, la policía ha intentado sin éxito extraer ADN de las colillas del terrado con nuevas tecnologías.
21 años de impunidad
Estamos en octubre de 2025. El triple crimen de Burgos, con sus 20 años cumplidos en junio de 2024, ha prescrito para la mayoría de los posibles culpables.
Solo Ángel Ruiz y Rodrigo Barrio, al haber sido investigados formalmente, siguen bajo la mirada de la justicia, a la espera de una prueba definitiva. Si esa prueba no llega antes de que sus casos también prescriban, la verdad de la calle Jesús María Ordoño se perderá para siempre en la impunidad.
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